El arte de “naufragar”
Un proverbio indio asegura que una persona solo posee aquello que no puede perder en un naufragio.
Y eso me lleva a pensar lo que jamás deberíamos perder por muchos naufragios que nos tenga preparado el destino. Yo propongo tres cosas:
En primer lugar la actitud frente al “naufragio”.
Decía Víctor Frankl que la última libertad del ser humano es la capacidad de elegir como enfrentar las adversidades que nos tiene preparadas la vida. Y vaya si hay posibilidad de elegir, él mismo, aún en sus momentos de mayor desposesión como sufrió, se puede elegir. Y no es mas que una cuestión de actitud que podemos elegir libremente. No se trata de una postura optimista o pesimista (que también), si no decidir aceptar lo que nos ocurre y a partir de ahí construir y buscar la fórmula para salir de ella. Dejar de preguntarse porqué a mi y empezar a preguntarse para que a mi.
En segundo lugar, la seguridad en nosotros mismos.
La confianza, la fe diría yo en que podemos superar la situación de dificultad. Por muy al limite que nos ponga ésta.
No es fácil superar nuestros miedos y creencias profundamente arraigadas. Pero…cuando aprendimos a andar, montar en bici o conducir…nos preguntamos si seriamos capaces?? No!, ni siquiera lo dudamos, lo hicimos!
¿Cuántas veces nos quedamos atascados en un Plan de Acción perfectamente diseñado y nunca implementado? Hay veces que la mejor forma de salir del atasco es menos Plan y mas Acción.
Y por último, propongo no perder nunca la capacidad de poner nuestro foco de atención en los demás.
Escuchar algo más que escucharse. Entender que cada uno ve las cosas desde su perspectiva y que la nuestra no está completa. Y por ultimo, buscar servir, mas que servirse
Estas son las tres cosas que procuro no perder nunca en mis naufragios…Y tu ¿que elegirías??
El malabarista que quería ser mago
Hace unos años, se instaló un circo en una pequeña ciudad. Contaba con un valiente domador, un enigmático encantador de serpientes, simpáticos payasos y por supuesto un fabuloso equipo de malabaristas.
La gente lo pasaba en grande con el fantástico espectáculo, siendo la estrella el número de malabares. En él se veían los platos bailar en altísimas varas haciendo que los espectadores aguantaran la respiración pensando que de esta manera podían evitar que cayeran al suelo.
Este fabuloso equipo de malabaristas llevaban muchos años juntos y esto hacia que la compenetración y confianza fuera tan grande que eran capaces de trabajar en perfecta sincronía casi con los ojos cerrados.
Un día, uno de ellos se atrevió a mirar mas allá de las pesadas cortinas que los protegían del exterior, y descubrió un importante número de magos que milagrosamente se habían congregado alrededor del circo. Ellos tenían otra forma de entender el espectáculo y eran capaces de realizar grandes transformaciones. Magos capaces de ayudar a las personas a transformarse en aquello que más deseaban. Esto desde luego es magia!! Se dijo, y yo entenderé su estructura.
Poco a poco fue introduciendo en su espectáculo aquello que iba aprendiendo de los magos, y lo curioso es que la transformación comenzó con ellos mismos. “El cambio empieza por uno mismo” se repetía.
De esta manera su espectáculo iba creciendo y enriqueciéndose, se mezclaban unos artistas con otros, se bailaban vajillas enteras o se caminaba entre vidrios rotos como si fueran faquires…lo que fuera necesario para el disfrute del público.
Aquello era un poco de locos, pero lo cierto que el espíritu del malabarista curioso, se fue extendiendo y ya no solo era él, quien quería ser mago…cada vez eran mas los miembros de la compañía que querían trasformar, esa era su misión!
Ya no les bastaba con mantener platos en equilibrio si no que querían ser magos, aprendices por lo menos, y ayudar a los espectadores a convertirse en actores, o en aquello que quisieran ser!! Buscaron a los mejores magos del reino para aprender de ellos y se lanzaron como solo los valientes saben hacer.
Comprendieron que la magia se produce cada vez que alguien descubre que todo lo que necesita para la transformación esta en su interior, y que cuando pone el 120% de su energía en alcanzarlo, es casi seguro que lo logra.
Así es como ocurren cosas, en pequeños lugares, se hacen grandes cosas, y así es como una vez un malabarista convirtió a una compañía, en “malabamagos”.